La contaminación atmosférica incrementa el riesgo de pérdida auditiva, dada la exposición a pequeñas partículas en suspensión y a sustancias químicas como el monóxido de carbono, el dióxido de nitrógeno y el dióxido de azufre aumentan el riesgo de padecer pérdida de audición.
Un estudio coreano ha concluido que la exposición a largo plazo a la contaminación del aire de material con partículas (PM10), dióxido de nitrógeno, monóxido de carbono y dióxido de azufre aumenta la probabilidad de que aparezca una pérdida de la audición. El estudio evaluó las relaciones entre la exposición a la contaminación atmosférica a largo plazo y la pérdida auditiva en personas adultas.
Detalles de la investigación
El estudio determinó que la contaminación de la atmosfera con material particulado (PM10) estaba estrechamente relacionada con un mayor riesgo de presentar pérdidas auditivas de alta frecuencia y frecuencia vocal.
Cuando la contaminación atmosférica se evaluó a nivel local, la de monóxido de carbono (CO) estaba asociada significativamente a un mayor riesgo de presentar los tipos de pérdida auditiva mencionados.
Por su parte, el dióxido de nitrógeno (NO2) tenía una relación importante con la pérdida auditiva de frecuencia vocal.
Cuando se evaluó la contaminación atmosférica en zonas más amplias, el material particulado (PM10) y el dióxido de carbono (CO2) eran más potentes, y el dióxido de azufre (SO2) resultó ser un factor de riesgo importante en la pérdida auditiva de frecuencia vocal.
Información sobre el estudio
El estudio analizó datos de 15.051 personas adultas y se computaron medias de tonos puros (MTP) para umbrales de audición de frecuencia vocal (0,5, 1, 2 y 4 kHz) y de alta frecuencia (3, 4 y 6 kHz), y se consideraba pérdida auditiva la que superaba los 25 dB en cualquiera de los oídos.
Se recabaron las concentraciones de contaminación atmosférica para los participantes desde 3 años antes de la prueba audiométrica.
El estudio, «Long-term exposure to ambient air pollutants and hearing loss in adults», se publicó en la revista Science Direct.
Fuente: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov
Deja un comentario